La despoblación y el abandono del sector primario condenan al bosque español
En los últimos años estamos viendo incendios forestales que superan las 20.000 hectáreas afectadas, como el ocurrido en la Sierra de la Paramera, Ávila. Las causas de estos megaincendios se repiten en otros países del mediterráneo.
En agosto de 2021, un incendio forestal de más de 22.000 hectáreas arrasó con la Sierra de la Paramera, en la provincia de Ávila. Han pasado casi diez meses y las consecuencias siguen siendo más que visibles. “Era como el fuego de un dragón, y con pistolitas de agua intentaron apagar al dragón”, recuerda Ana María Jiménez de la noche del 14 de agosto del 2021. Este incendio era el mayor que ha sufrido la comunidad autónoma de Castilla y León hasta 2022, superado solo por el incendio de Zamora, de más de 30.000 hectáreas, y que se encuentra muy por encima del umbral oficial de las 500 para clasificarlo como gran incendio. Solo de superficie de bosque ardieron más de 2.700.
Durante los 12 días que los bomberos tardaron en extinguir el incendio, 14 pueblos se vieron afectados. Ángel, ganadero de Sotalbo, uno de esos pueblos, cuenta cómo parte de su ganado fue herido y otra parte salió huyendo. Ahora, casi un año después de aquello, apenas tiene paja para alimentarlos. Estos municipios, a poco más de media hora en coche de la capital abulense, no sobrepasan los 2000 habitantes cada uno. Es más, en los últimos 25 años, todos han perdido población; algunos, como Navalacruz, han llegado a reducir sus habitantes a la mitad. “El intenso despoblamiento en las áreas rurales del interior está abocando al territorio a una lenta y silenciosa muerte”, explica el informe “Paisajes Cortafuegos” de WWF. Lourdes Hernández, su autora, añade: “No existe un mapa que cruce zonas más incendiadas con zonas más despobladas, pero si existiera y pudiéramos solaparlos veríamos que coinciden en gran medida”.
El éxodo rural y el envejecimiento de la población son claves para entender lo que está sucediendo con los incendios forestales en los últimos años. Por una parte, podríamos pensar que pueden llegar a ser una ventaja en aquellos lugares de la geografía donde la mano del hombre está detrás de muchos de estos sucesos. Sabemos que de los 235.630 incendios ocurridos entre 2001 y 2015 el hombre es el principal causante de la mayoría de ellos. Pero al mismo tiempo y también en esas mismas zonas, la desaparición de los usos tradicionales en el monte o la reducción de las cargas de ganado “acaban haciendo que haya cada vez más matorral, más arbolado, que se cierren los caminos y que cada vez haya más combustible. Por ello, puede haber más incendios y, desde luego, los incendios que haya pueden ser más difíciles de controlar”, explica Javier Ezquerra, jefe de servicio de gestión forestal de la Junta de Castilla y León.
Un coche ardiendo en la cuneta de una carretera colindante a la Sierra de la Paramera fue el causante de este gran incendio. El juez de Ávila archivó la causa al considerar que el conductor actuó de acuerdo con la normativa. Fue la cantidad de matorral en la ladera próxima al coche, junto con las condiciones meteorológicas, las que hicieron que el fuego cogiese fuerza y velocidad. Algunos vecinos apuntan también a un fallo en los protocolos, que retrasaron la extinción. Ana María Jiménez, presidenta de la asociación Entre-Ríos y teniente alcalde de Sotalbo, explica que “las dimensiones que tomó el incendio se deben a que desde las seis de la tarde del sábado hasta las ocho de la mañana del domingo día 15 de agosto no se pusieron medios, se intentó apagar un incendio de sexta generación con dos brigadas de tierra”. Este monte, de titularidad pública en gran parte, estaba bien gestionado en el momento del incendio, cuenta Rodrigo Gandía, responsable del mismo en la Junta de Castilla y León. Ana María Jiménez opina diferente: “La Sierra de la Paramera estaba muy bien gestionada, por eso se han quemado 22.000 hectáreas, ¿no? Porque había muy buenos cortafuegos, porque las pistas forestales estaban bien arregladas y sin ramajes, árboles, ni zarzas.”
El futuro de la Sierra de la Paramera
“Yo lo que quiero es que se recupere todo lo que se pueda. Yo sé que yo no voy a ver el pinar igual, pero a lo mejor mis hijos o cualquier otro que venga en el futuro lo podrá ver como era y que lo disfrute”, cuenta Paco, afincado en Riofrío, otro de los pueblos afectados por el incendio. Desde el momento del incendio surgió un asociacionismo vecinal, que ahora lucha por la recuperación y reforestación de la zona. Entre ellos se encuentra la Plataforma para la recuperación de la Paramera y el Valle Amblés que reclama, entre otras cosas, una participación activa de los habitantes del territorio tanto en los planes de reforestación como en los planes de prevención y emergencia de los distintos municipios. La reforestación de la Sierra de la Paramera comenzó pocos meses después del incendio, explica Rodrigo Gandía, aunque algunos de los vecinos desconocía siquiera la existencia de un plan. En este plan, el marco temporal para la reforestación es de diez años. Mientras, los vecinos siguen teniendo que lidiar con las consecuencias de este incendio -desde problemas en el abastecimiento de agua hasta falta de alimento para el ganado- y demandan que se les incluya en las decisiones que tengan que ver con la Sierra de la Paramera.
Solo quedará matorral y bosque
Además del pastoreo y la ganadería, el otro gran vertebrador del paisaje español es la agricultura. “La mayoría del terreno mediterráneo ha sido agroforestal, sobre todo agrícola. Y el hecho de ese abandono por parte de la agricultura, como por parte de la misma población, supone que los bosques han ocupado ese espacio”, explica Rafael Delgado, investigador de la Universidad Politécnica de Valencia. Un estudio, liderado por él y centrado en la provincia de Castellón, habla de un cambio dramático en el paisaje donde “la mayoría de las áreas del norte del Mediterráneo han pasado de una economía predominantemente primaria basada en la agricultura y el pastoreo a una sociedad concentrada y urbanizada caracterizada por un sector primario marginal”.
Las previsiones de la Unión Europea colocan a España, especialmente el norte y noreste, y a Polonia como los dos países que tendrán mayor abandono de tierras de agricultura tanto en términos relativos como absolutos entre 2015 y 2030. Delgado concluye: “Estaremos en una tesitura en la que el bosque irá ocupando progresivamente el territorio sin gestión porque no tenemos una propuesta alternativa a este nuevo paradigma y con todas las consecuencias que trae consigo. Entre ellas, la de los incendios forestales.”
“El paisaje en su conjunto se ha convertido en un gran polvorín listo para arder”, explica el informe de WWF. Y es que, a estas condiciones hay que añadirle otra imposible de ignorar: el cambio climático. Juan Ramos, bombero forestal, lo explica en un artículo publicado en la revista VientoSur: “El cambio climático es un factor de primer orden, no tanto para que ocurran más incendios, sino para que sean más agresivos”. Delgado, no obstante, añade que “es un factor que a la larga va a cambiar el escenario y lo está cambiando, pero el suceso concentrado y agudo es el abandono rural. Ese ha sido el gran cambio de paradigma.”
Además, esto no solo ocurre en España: “Desde hace unos años en la cuenca del Mediterráneo asistimos a lo que se denominan megaincendios”, explica Donatella Spano, profesora de ciencias y tecnologías forestales en la Universidad de Sassari y miembro del comité estratégico del Centro Euromediterráneo sobre el cambio climático. “Son eventos de proporciones catastróficas, con un impacto social, económico y ambiental muy alto, cada vez más difíciles de extinguir”, añade. El incendio de la Sierra de la Paramera en España, el de Montiferru en Italia, el de Evia en Grecia o el de Arakapas en Chipre, todos ellos ocurridos en el verano de 2021, siguen los patrones del mal que asedia el bosque español: despoblación, abandono de usos tradicionales y cambio climático, entre otros.
No es suficiente con apagarlos
Lourdes Hernández explica que desde WWF “somos férreos defensores de los equipos de extinción, son absolutamente necesarios para que estos incendios no causen más daños de los que ya están causando. Pero creemos que el enfoque de las políticas forestales tiene que ponerse sobre todo en prevenirlos, en ir al origen, a la causa de por qué se están dando estos incendios.” Este tipo de prevención, que pasa por una ordenación del paisaje y creación de infraestructuras, está muchas veces limitado por la protección de ciertas zonas. Javier Ezquerra señala cómo esto ha influido en la Sierra de la Paramera: “Es una zona con pocas comunicaciones, pocos caminos, como gran parte de nuestro medio rural, donde cuesta hacer caminos e infraestructuras porque son zonas protegidas donde hay que tener un cierto cuidado”. Y añade: “Luego cuando tienes un incendio, te acuerdas de ellos”. Delgado explica que ocurre lo mismo en la Comunidad Valenciana, donde hay una ultraprotección del territorio como única política sobre los espacios forestales. Además, cuenta: “El problema es cuando esta protección no se sabe contra quién es. Si es contra los habitantes del mundo rural, mal vamos. Y es lo que se está haciendo. Entonces esta protección siempre supone limitaciones de uso e imposiciones por parte de una sociedad que no entiende del mundo rural.”
Este artículo es parte de una colaboración entre Civio, MIIR (Grecia), Voxeurop (Europe) y los periodistas Chloe Emmanouilidis (Chipre), Davide Mancini y Marcello Rossi (Italia). Esta investigación ha sido posible gracias al apoyo de Journalismfund.
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