Ya es hora de arreglar los desperfectos
Ya es hora de arreglar los desperfectos
Imagina que caminas por tu barrio y te topas con un trozo de acera en mal estado. Puede ser una baldosa levantada, un bordillo roto o un bache inesperado. Esa parte del pavimento público es un problema: cualquiera podría tropezarse y sufrir una caída. Lo sabes, lo ves a diario y necesitas hacer algo para arreglarlo. Así que insistes al ayuntamiento, semana a semana, a través del teléfono, las redes sociales o acudiendo, como persona cabezota que eres, a las oficinas municipales hasta que consigues que un grupo de operarios lo solucione.
Esto es lo que hacemos en Civio cada vez que terminamos una investigación a fondo sobre lo público. Después de meses de escudriñar cada calle de la contratación pública, cada recoveco de los indultos, cada rincón del acceso a la salud o de los algoritmos que nos gobiernan, nos topamos con baldosas, baches o averías que están en mal estado y que deben ser reparados. Y nos arremangamos, como tú también seguro que haces, insistiendo una y otra vez, hasta que logramos que las cosas se arreglen.
No es fácil, ni rápido. ¿Por qué? La realidad es que no consiste en pegar carteles por las farolas del distrito para anunciar al vecindario lo mal que están las aceras y la necesidad de que el consistorio se ponga manos a la obra. Esto sería como hacer una nota de prensa dirigida a una institución pública y esperar, de brazos cruzados, a que haga algo. O como desahogarse en las redes sociales. Suena vistoso, llamativo, como los anuncios en las farolas, pero pocas veces -o ninguna- funciona.
En realidad, el trabajo de incidencia política o lobby, si lo prefieres en inglés, no surte efecto de ese modo. O, al menos, no por nuestra experiencia. “No me gusta decir que las cosas están mal y ya. Aunque dé mucho más trabajo, prefiero estudiarme una ley compleja, hasta el más mínimo detalle, y cómo se relaciona con otras, para proponer enmiendas concretas y factibles, ya escritas. Hacer lobby de verdad, como el que hacen las grandes empresas, pero desde un equipo pequeñito y peleón”, explica Eva, nuestra codirectora.
Conseguir que lo público se encuentre en buen estado exige un trabajo mucho más lento, invisible y laborioso. Consiste primero en documentar qué partes de la acera están mal y por qué no tienen un buen aspecto. Así lo hemos hecho desde 2013, por ejemplo, informando sobre el uso masivo y opaco de indultos o, desde el 2016, denunciando la corrupción y los fraudes en la contratación pública. Y, de manera más reciente, arrojando luz en torno a abusos e injusticias como que la aplicación del bono social niegue la ayuda a personas que tienen derecho a ella o que sea prácticamente imposible que la administración pública nos atienda por el muro de la burocracia digital o por la obligación de cita previa.
Para eso, buscamos el respaldo de 2.000 socios y socias a nuestra causa. Y solo nos faltan valientes más para lograrlo.
Las diez personas que trabajamos en Civio somos, ante todo, peleonas, no nos dejamos vencer por el desaliento. Y, por eso, a lo largo de estos años, hemos ido un paso más allá en todo lo que hemos podido. Es decir, no nos hemos conformado con avisar de que la acera pública tiene desperfectos, esto es, informando y mostrando las injusticias e irregularidades que nos afectan a todas y todos. También hemos querido, en la medida de nuestras posibilidades, que se arreglen. Y es que, después de meses o años vigilando las calles públicas, hemos intentado por todos los medios solucionar esas baldosas levantadas y esos bordillos rotos que nos hemos ido encontrando en nuestro camino.
Para ello, nos hemos reunido con partidos políticos de todos los colores, hemos enviado propuestas detalladas con ideas realistas para solventar los problemas detectados, ya sea durante las campañas electorales o fuera de ellas, y hemos tocado una y otra vez la puerta de la administración pública para que las cosas cambien. Como te imaginarás, esto implica muchas veces remar contra viento y marea hasta que alguien te escucha y te hace caso. En otras ocasiones, supone predicar en el desierto durante años, como cuando la transparencia era un tema que sonaba extraterrestre hasta que se puso de moda o, como ahora, cuando parece haber caído de nuevo en el olvido.
No hemos cejado en nuestro empeño y, por fortuna, gracias a las más de un millar de personas que nos apoyan, hemos cambiado cosas que no funcionaban bien. Sí, hemos logrado avances de los que sacar pecho. Como sabes, hemos introducido enmiendas directamente en la ley de contratos del sector público, hemos conseguido frenar la concesión a mansalva de indultos sin luz ni taquígrafos y hemos obtenido pequeñas victorias eliminando brechas entre la ciudadanía y la administración o promoviendo el derecho a saber, también en los tribunales. Pero no queremos colgarnos medallas que pertenecen al pasado. Somos plenamente conscientes de que sigue habiendo baches y averías en lo público, desperfectos en nuestras calles y barrios que deben arreglarse desde ya.
Por eso, en 2024 queremos ir un paso adelante en esta tarea. Seguir informando sobre injusticias e irregularidades, sí, pero que haya consecuencias y soluciones efectivas. No podemos hacerlo solas porque somos un equipo pequeñito. Y, a veces, en esto de la incidencia pública o lobby, peleamos contra gigantes, como grandes constructoras que no quieren que los contratos sean más transparentes o multinacionales farmacéuticas que presionan a los gobiernos para impedir que los precios que pagamos por los medicamentos sean públicos. “O contra la inercia de un sistema que se resiste a publicar libre y gratuitamente quiénes son los beneficiarios últimos de cada empresa, por ejemplo, a través de sociedades pantalla, para investigar potenciales delitos económicos”, añade mi compañero Javi. Esto pasa. Por eso necesitamos ser más fuertes, contar con la ayuda de 2.000 personas que nos empujen a levantar una pesa como la que encabeza estas líneas.
De conseguirlo, el próximo año no vamos a dar tregua al Ejecutivo, a la oposición y a todos los partidos políticos para exigirles valentía y honestidad sobre la transparencia. Ya basta de promesas incumplidas, que caen en saco roto legislatura a legislatura. Queremos abrir el registro mercantil de verdad, queremos conocer quiénes son los titulares reales de los entramados empresariales, queremos que se regulen los grupos de presión y, especialmente, queremos que la ley de transparencia sea, por fin, una buena norma, sin los problemas actuales. Con tu ayuda, vamos a decirles alto y claro que cumplan sus compromisos y que sus olvidos o descuidos no van a quedar impunes.
Como tú harías, vamos a dar aviso, una y otra vez, sobre los fallos en el pavimento público a quienes tienen las competencias para arreglar esos desperfectos. Al Ministerio de Transición Ecológica, por ejemplo, le seguiremos insistiendo sobre la aplicación del bono social, BOSCO, reclamando que abra el código fuente. Mientras, continuaremos peleando en los tribunales. Contactaremos con las agencias contra el fraude y la corrupción sobre los contratos raros que pinten mal, como cuando algunas administraciones se empeñan en trocearlos para hacer adjudicaciones a dedo de forma ilegal, pensando que nadie les vigila.
Pelearemos ante Sanidad por la transparencia de los medicamentos y por arrojar luz, de una vez por todas, sobre los conflictos de intereses entre organizaciones y profesionales sanitarios y la industria farmacéutica. Iremos al Defensor del Pueblo para denunciar las contenciones mecánicas, ya sean en psiquiátricos o en centros de menores. Y no nos quedaremos solo a nivel estatal, sino que pretendemos extender nuestra lucha comunidad a comunidad autónoma, siempre que sea posible. Porque sabemos que el diablo está en los detalles y que hay peleas que también se juegan a nivel regional y local, como demuestra el enorme paso atrás en transparencia que hemos denunciado recientemente en la Comunidad de Madrid.
No nos casamos con nadie. Y, desde luego, nos gusta meternos en fregados, pelear hasta que nos queden fuerzas. Por eso estamos en cinco juicios diferentes: para que las sanciones de la Inspección de Trabajo sean públicas, para que los algoritmos que deciden sobre nuestros derechos sean transparentes y para que no haya más opacidad en el acceso a la salud. Gracias a nuestro abogado y patrono Javier de la Cueva, y con el aliento de las personas que nos apoyan, pero también con las que todavía nos hacen falta, queremos seguir luchando judicialmente para sentar jurisprudencia a favor del derecho a saber. Y llegaremos al Tribunal Supremo, a lo más alto del Poder Judicial, o a Estrasburgo para conseguirlo, objetivo para lo que necesitamos, sí o sí, contar con el hombro de dos mil socias y socios.
Por último, una idea final, ahora que la inteligencia artificial está en boca de todos. En 2024, queremos luchar por tierra, mar y aire contra la opacidad de las aplicaciones que nos gobiernan. Y, entre otras cosas, también vamos a organizar un encuentro sobre la transparencia de los algoritmos en lo público, contando con las personas que más saben del tema y convocando a jueces y fiscales para que no traguen con argumentos endebles. Como cuando en un juicio nos soltaron, de sopetón, que conocer en detalle la aplicación del bono social significaba poner en riesgo la seguridad nacional de todo el país. Este razonamiento descabellado no puede prosperar porque supone restringir de manera injustificada e irracional el derecho a saber de toda la ciudadanía.
En definitiva, queremos que nuestro impacto e influencia llegue más alto. Y, para cuidar de verdad lo público, necesitamos que ese ejército de mariposas sea más grande. Solas no podemos con tanto peso, pero con más gente sí tendremos la fuerza suficiente para lograrlo.
Tenemos la experiencia, las ganas y un rumbo claro.
Nos faltas tú.
Ángela, del equipo de civio.